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Writer's pictureNacho Flores

Noruega y el espejismo de la regulación en Airbnb

La historia reciente de Noruega con su “tasa Airbnb” es una advertencia para México, donde el debate sobre la regulación de plataformas digitales de hospedaje empieza a ganar tracción.


En Noruega, un país conocido por su avanzada fiscalización y gobernanza, se implementó hace años un impuesto del 22% a los ingresos por alquileres de corta estancia. La idea detrás de esta medida era simple y atractiva: desincentivar el uso turístico de viviendas para devolverlas al mercado residencial y, de paso, engordar las arcas públicas. Sin embargo, el resultado no fue el esperado.

Airbnb en Noruega experimentó impuesto de 22% en el último




El impuesto que no cambió nada

Un estudio reciente publicado en Economics Letters desmenuza los efectos de este impuesto, y la conclusión es rotunda: la tasa no logró ni reducir la oferta en Airbnb ni abaratar los alquileres residenciales.


Los anfitriones no se retiraron del mercado ni trasladaron significativamente el costo fiscal a los precios. Es más, la propia aplicación del impuesto fue deficiente, dependiendo en gran medida de la autodeclaración por parte de los contribuyentes. En otras palabras, el gobierno noruego logró recaudar, sí, pero sin resolver los problemas que buscaba atacar.

Si Noruega, con su avanzada infraestructura fiscal y su sólida cultura tributaria, falló en su intento de regular Airbnb de manera efectiva, ¿qué puede esperar México si decide seguir ese camino?

México ante el espejismo de un mercado regulado

En nuestro país, los legisladores y las asociaciones hoteleras han argumentado que la expansión de plataformas como Airbnb encarece los alquileres y desplaza a los residentes de sus comunidades. Sin embargo, la realidad y los datos contradice las aseveraciones de estos gremios. En México la vivienda se ha encarecido porque la construcción de vivienda se ha contraido dramáticamente desde 2018.

Gráfica de Emisión de Licencias de Construcción en CDMX . Fuente: Softec

Y también importa realizar algunas preguntas cruciales, ¿es prudente recurrir a impuestos y restricciones como una solución mágica?

La experiencia noruega sugiere que imponer gravámenes o regulaciones severas no necesariamente se traduce en resultados positivos. En ciudades como Nueva York y Ámsterdam, medidas restrictivas similares simplemente han desplazado la oferta a mercados cercanos, como Nueva Jersey, o han fomentado la economía informal. En lugar de resolver el problema, estas políticas lo trasladan y lo agravan. El resultado político termina siempre siendo un rotundo fracaso.



El libre mercado como aliado

En un país como México, donde la economía informal ya representa un desafío monumental, gravar a los anfitriones de Airbnb podría tener consecuencias contraproducentes. Podría fomentar la opacidad en las transacciones o desplazar a pequeños emprendedores, quienes han encontrado en plataformas como esta una vía legítima de ingresos. En lugar de castigar a quienes participan en este mercado, el gobierno podría, para variar, enfocarse en estrategias que fomenten la competencia y la innovación.

Un ejemplo inspirador podría ser promover acuerdos entre gobiernos locales y plataformas digitales para gestionar de manera transparente impuestos turísticos, como ha ocurrido en Ámsterdam. Esto permitiría recaudar recursos sin desincentivar el uso de estas herramientas. Además, sería más útil atacar las causas profundas del problema: la falta de vivienda asequible, las trabas burocráticas que dificultan la construcción de nuevos desarrollos y por supuesto incentivar de nuevo la construcción para evitar la escalada de precios por la poca oferta existente. Una moraleja para México

La historia noruega nos deja una lección clara: el exceso de regulación puede ser tan inefectivo como la ausencia de ella. En un país con tantas oportunidades como México, el enfoque podría ser diferente. Si el gobierno insiste en gravar o restringir plataformas como Airbnb sin una estrategia integral, corre el riesgo de repetir los errores de Noruega. El resultado sería más ineficiencia, menos competitividad y una mayor brecha entre los ciudadanos y el Estado.

México tiene la oportunidad de demostrar que un modelo de libre mercado puede coexistir con políticas públicas inteligentes. En lugar de restringir, es momento de habilitar. En lugar de castigar, es hora de incentivar. Y en lugar de copiar modelos fallidos, es el momento de innovar. Después de todo, el progreso no se logra limitando las posibilidades de quienes buscan prosperar, sino ampliándolas.

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